por Ven-12677 » 04 Ago 2011, 15:01
Hola
En relación al tema del crecimiento de la Iglesia, quisiera aportar algunos comentarios:
Hablar del crecimiento de la iglesia es referirse a un fenómeno complejo. En tanto proceso vital, el crecimiento de la iglesia debe verse coma un fenómeno corporativo o, como lo ha dicho Alan R. Tippett, “un cuerpo en crecimiento, un cuerpo de partes discretas pero interactuantes”. El crecimiento de este cuerpo se realiza en diversos niveles y varias dimensiones. Esto quiere decir que para comprender su densidad y complejidad es necesario tener una idea clara de los diversos niveles en que ocurre y las dimensiones del proceso en sí.
¿Cómo crece la iglesia? ¿En qué sentido, y por qué, debemos anticipar su crecimiento? ¿Cuáles serían las consecuencias prácticas de una visión clara del mismo para la vida y misión de la iglesia? Toda reflexión seria sobre el crecimiento de la iglesia debería responder a estas preguntas.
Preguntar cómo crece la iglesia implica examinar en primera instancia su naturaleza divina, ya que ella es, ante todo, obra de Dios. Dado que el Dios bíblico se presenta como Padre, Hijo y Espíritu, la iglesia deriva su naturaleza de esta realidad trinitaria.
La iglesia es el pueblo de Dios. Es un ente compuesto de elementos discordantes, convocados por el Padre para dar testimonio de su amor en el mundo. Es un pueblo en formación, marchando por la historia hasta llegar a su plenitud en la consumación de los tiempos. De ahí que sea pueblo no sólo escogido y apartado, sino disperso y enviado para reproducirse en todas la culturas, entre todos los pueblos y a través de todas las esferas de la vida.
La iglesia es, además, el cuerpo de Cristo, integrado por muchos miembros, que interactúan entre sí y desempeñan funciones diversas. Lo que la cabeza es para el cuerpo, es Cristo para la iglesia: el cerebro que dirige su movimiento, balancea su postura, envía y recibe mensajes de sus diferentes partes, haciendo posible el aprendizaje, la memoria y el pensamiento; en fin, controla el proceso de su vida.
La iglesia es también la comunidad del Espíritu. Como tal, ha sido engendrada por su gracia y apartada para el servicio por su fuego purificador, que la ha hecho un compañerismo de pecadores regenerados y santificados. El Espíritu Santo es el sistema nervioso que hace eficaz el señorío de Cristo sobre su cuerpo; la preserva y sostiene por su poder. De ahí que sea su morada, el lugar donde se hace más visible su presencia en el mundo y donde se posibilita el encuentro entre Dios y la humanidad. Sin el Espíritu, la iglesia se muere; sin la iglesia, es imposible la continuidad de la misión de Jesucristo.
La iglesia debe crecer en conformidad con su naturaleza divina. Como comunidad del Espíritu, debe crecer en santidad y comunión. Como cuerpo de Cristo, debe crecer en apostolicidad (misión) y unidad. Como pueblo de Dios, debe crecer en fidelidad al obrar de Dios en la historia y en la celebración de sus hechos maravillosos. Ese imperativo se desprende de un indicativo: el hecho de que la iglesia, entendida teológicamente, no es ni un accidente histórico ni un producto humano, sino expresión de la voluntad de Dios y fruto de su obra. De ahí que la primera palabra en cuanto al crecimiento de la iglesia debe ser teológica. Un distintivo de la iglesia es, pues, su crecimiento en la calidad de su existencia como creación del Dios trino.